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viernes, 10 de mayo de 2024

INTENTO INVERNAL AL PIC RODO

UN BUEN SUSTO

Actualmente nunca nos metemos en una ladera de nieve dura (y a veces no tan dura) sin calzarnos los crampones. Pero hace bastantes años (tantos como 48) no pensaba de la misma forma, y pasó lo que tenía que pasar... 

Foto 1 : Estampa invernal del Pic Rodó y el Pic del Boc vistos desde el cordal que une los collados de Noucreus y Noufonts














 

Crónica de la actividad


En el invierno del 1976  tenía 17 años y trabajaba de meritorio (que nombre tan gracioso) en una agencia de publicidad situada en la calle Balmes esquina Gran Vía. Cartera en mano, cada día atravesaba Barcelona para cobrar recibos, llevar encargos o realizar gestiones varias. El dinero que me daban para transportes me lo guardaba e iba a todas partes corriendo lo que, además de un sobre sueldo, me proporcionaba un excelente entrenamiento para ir de excursión.

Uno de los objetivos para aquel invierno era el Pic Rodo, una cima situada en la zona de Carança (Cerdanya francesa) que desde el Santuario de Nurio tiene una aproximación fácil y relativamente rápida.  Santiago y yo habíamos subido la cima el otoño anterior, conocíamos la cresta de la vía normal o arista del Anyeller (una fina arista, en algunas zonas bastante estrecha, aérea y sostenida, que sin nieve tiene una dificultad PD+ de II grado) y nos atraía la posibilidad de hacerla en condiciones invernales.

En aquellos años mi semana laboral terminaba el sabado al mediodía. Así que fui a trabajar con la mochila. A las 13.30 h plegue puntualmente para ir a la estación de Renfe de la Plaza Cataluña donde había quedado con mi amigo. Cogimos el tren de las 14.25 h hasta Ribes de Fresser, donde tomamos el viejo “Carrilet” que subía al santuario de Nuria.

En 1976 los desplazamientos en tren eran tan lentos como incómodos y el del “Carrilet” de Nuria aún mas. Tras un viaje lleno de avatares llegamos a nuestro destino poco antes de las diez de la noche... Había mucha nieve, la temperatura era muy baja y teníamos un hambre felina. Fuimos a la cantina de la estación y , mientras nos preparaban un café con leche, nos zampamos una suculenta cena que, en mi caso, consistió en una lata de 1 Kg de tomate en conserva mezclada con atún, anchoas y una enorme cebolla. Una maravillosa ensalada que acompañé con medio kilo de pan. De postre frutos secos, galletas y el susodicho café con leche. Tras tamaño trallazo de combustible mi cuerpo quedo listo para cualquier cosa...

A las once de la noche empezamos a caminar con un cielo estrellado y sin luna. Nuestro equipo era muy distinto al que llevamos ahora. Pantalones “rochetores” de lana, polainas, camisa de franela, guantes y calcetines de lana, botas de caña alta de cuero, linterna frontal con pila de petaca, piolet de mango de madera,crampones de correas... En la mochila no faltaba el saco y el anorak de plumas, un plástico, una cuerda de 9 mm y 40 metros, abundante material de escalada, fogón,comida y bebida... Mas o menos 15 kilos de peso. Una pasada... Pero éramos jóvenes, fuertes y con una moral e ilusión a prueba de bombas...

La subida al collado de Noufonts fue larga y dura.La nieve era profunda y en muchas zonas nos hundíamos hasta casi la cintura. Abrir traza en esas condiciones era agotador y continuamente nos relevábamos en cabeza. Finalmente, tras muchas horas de esfuerzo llegamos al collado. Queríamos dormir en la cabaña que hay en el mismo, pero estaba llena de nieve.

Al otro lado del collado la nieve estaba dura y se podía avanzar con rapidez. Así que decidimos continuar y vivaquear en el Coll d´en Bernat donde empieza la cresta sur que recorre la vía normal del Pic Rodó. La temperatura era gélida, estábamos cansados y teníamos prisa y necesidad de dormir. El flanqueo hasta el collado es corto, la nieve no parecía excesivamente dura y creíamos poder pasar sin crampones. A oscuras y en esas condiciones no nos apetecía nada calzarse los pinchos...

Santiago iba delante, abriéndose paso apoyándose en el piolet a la vez que daba fuertes patadas que dejaban pequeñas huellas sobre la superficie helada. Yo le seguía apoyando los pies en las mismas. Al principio la cosa fue bastante bien. La nieve se dejaba hacer y en unos minutos cubrimos buena parte del flanqueo. Pero ya cerca del cordal noreste del pico Noufonts, la pendiente aumentó, la nieve se hizo mas dura y las huellas pasaron a ser leves marcas donde apenas se sostenía la punta de la bota. A duras penas el piolet nos permitía mantener un precario equilibrio que se hacía casi imposible cada vez que nos movíamos.

El miedo se palpaba en la negra noche y me atenazaba cada vez mas. Maldecía la hora en que decidimos no ponernos los crampones (algo que ahora era imposible), a la vez que lanzaba una mirada agónica hacia delante donde Santiago, que parecía ir mejor que yo, me había tomado unos metros de ventaja. De repente la luz que me precedía se giró y oí a mi amigo decirme que había llegado al cordal y que allí la nieve no era tan dura. No mas de veinte metros me separaban de la salvación. Pero en aquellos momentos esa pequeña distancia me parecía eternamente larga...

No se cuantos pasos di antes de que resbalara el pie, ni como ocurrió el percance. Lo cierto es que empecé a deslizarme por la pendiente helada. Bajaba de lado a velocidad creciente. Intenté detenerme clavando el piolet, pero no sirvio de nada. Lo perdí y seguí mi loca y descontrolada carrera ladera abajo. Por suerte conservaba el frontal, que no se por que llevaba en la mano. Gracias a el podía ver unos metros por delante, dándome la oportunidad de dirigir ligeramente la trayectoria de la caída y esquivar algunas rocas.

Mas tarde Santiago me dijo que todo pasó muy rápido y casi en silencio. Pero a mi se me hizo eterno. El tiempo ha borrado buena parte de mis impresiones y pensamientos de aquella caída. Pero aún recuerdo aquella extraña sensación de miedo, serenidad y aceptación de la certeza de que, de un momento a otro, me precipitaría por algún cortado y que no podía hacer nada para impedirlo...

Tuve suerte. La pendiente era inclinada pero continua y el paquetón de nieve cubría los roquedos. Me detuve sin un rasguño mas de cien metros mas abajo, en una zona poco inclinada y cubierta de nieve blanda. No se que hice, ni lo que dije, ni el tiempo que paso antes de que Santiago llegara hasta mi. Curiosamente, mi principal preocupación era haber perdido el piolet y mi alegría fue enorme cuando Santiago me lo entregó. Lo había encontrado clavado en la nieve mientras bajaba siguiendo el rastro de mi caída. Se había calzado los crampones y, a pesar de la nieve dura y de la fuerte pendiente, había bajado por la ladera rápidamente y sin problemas. Los dos nos encontrabamos bien pero coincidimos en que lo mejor era dormir y una vez de día veríamos lo que hacíamos.

Foto 2 : Imagen estival del camino que cruza la ladera NO del pico Noufonts. La línea de trazos indica la trayectoria aproximada de la caida del invierno del 1976. 


En el mismo lugar donde finalizó la caída hicimos un pequeño hueco en la nieve y montamos el vivac. A pesar del intenso frío y de que nuestros sacos no eran nada del otro mundo (el de Santiago era casero y llevaba un relleno de plumas de gallina) dormimos de un tirón. Mientras tanto el tiempo cambió. Aparecieron las nubes, se levanto el viento y empezó a nevar. Por la mañana, al sacar la cabeza del saco nos encontramos con que nosotros y nuestras cosas habíamos desaparecido bajo una gruesa capa de nieve polvo.

Ponernos en marcha no fue fácil. No tuve la precaución de guardar las botas en la mochila y una de ellas se congelo medio cerrada haciendo imposible calzármela. Tras muchos esfuerzos por descongelarla, y cuando ya me resignaba a volver a Nuria con el pie envuelto en bolsas de plástico, se nos ocurrió la solución. Uno tras otro orinamos en el interior de la bota consiguiendo que el cuero se ablandara lo suficiente como para poder meter el pie. A grandes males...

El retorno a Nuria fue una epopeya. Niebla, nieve profunda, frío, ventisca, cansancio, pies y manos heladas... Tardamos una eternidad en recorrer la parte superior de la Valleta Seca y alcanzar el collado de Noufonts. Después vino una eterna bajada hacia el Santuario al que llegamos jodidos pero sin perder el bien humor. Juventud, divino tesoro....

Después de esta aventura podría pensarse que borramos el pico Rodó de nuestra lista, pero no fue así. Dejamos pasar un año y al invierno siguiente volvimos a intentarlo. Esta vez no hicieron falta los crampones pero los llevábamos bien a mano. Tuvimos suerte. En una jornada memorable de 18 horas seguidas sin parar a dormir, realizamos la travesía N-S de la cima. Finalmente nos salimos con la nuestra, y yo me reconcilié con el flanqueo que lleva del collado de Noufonts al Coll d´en Bernat...
 

Trazado aproximado de la ruta, del lugar de la caída y del vivac.

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Durante un tiempo, la experiencia del pic Rodó me hizo olvidar la pereza de calzarme los crampones cuando encontraba nieve dura. Pero poco a poco volví a coger confianza y de nuevo empecé a pasar de los pinchos. Y paso lo que tenía que pasar... 

Sufrí nuevos percances, alguno bastante serio, en los que sólo la suerte evitó que saliera mal parado. Pero estas historias las dejo para otra ocasión. Sólo decir que actualmente, Encarna y yo nos ponemos los crampones hasta para abrir el congelador de la nevera. Y es que  como dice el refrán, el gato escaldado del agua fría huye...

Foto 3 : Imagen estival de la vertiente SO del Pic Rodó y la cresta del Anyeller por donde va su via norma.






 
EniEn - Desembre 2005 - Revisat i actualitzat en Maig 2024

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